Piedra libre a la palabra.
Por Magdalena Rodríguez.
Si por segunda vez tiramos la piedra y suena un poema, la tarde se convierte en un encuentro alucinante. Sigue sonando el mar y Micaela Chirif, pero en esta segunda película polifónica quien invita es el pescador, el sujeto. Y así inicia el tejido de voces alrededor de cuatro dimensiones -la política, el arte, la educación y la literatura. En tanto palabras, sentidos y modos de leer.
El primer tono lo arrima Liliana Bodoc y su profundo pensar acerca del peligroso "empequeñecer la discusión que toda sociedad debe darse acerca de su presente, de su pasado y de su destino", y su deriva en el avasallamiento de la palabra, los sueños y los derechos de los niños y jóvenes. Sujetos que se construyen lectores inmersos en "moldes", como revisa el artista Jorge Cuello; en "cánones escolares"; como asumen las experiencias de docentes; en "tensiones" e "intercambios", como aluden María Fernanda Maquieira (editora) y Sofía Carrasco (librera); en "conflictos", tal infiere Laura Rafaela García (CONICET).
Ese es el diálogo, abierto y reflexivo, que propone Piedra libre a la palabra a través también de la voz de Luís María Pescetti y la narrativa de lo cotidiano, del decir de Facundo Silva como mediador y Verónica Parodi que enlaza Estado y arte, y de los miedos admitidos en los comentarios del chat en el binomio literatura/padres.
Sujetos, los niños y los jóvenes, en poesía. Leyéndose el mundo, como las intenciones y planteos de artistas como Valentina Etchart, Alejandro Ramos y Jorge Cuello. Susurrando secretos y hambres, como Ruth Kauffman y Alejandra Toledo. No subestimados, a tono de la voz de Ezequiel Zaidenwerg. Necesario pase nos deja la película Piedra libre a la palabra.
Lo genial: dos lecturas y una búsqueda en la biblioteca.